Las familias argentinas que eligen vivir en Punta del Este | Aguada Park - Zona Franca en Montevideo, Uruguay

Las familias argentinas que eligen vivir en Punta del Este

Desde que Camila Lavori y Arturo García Rosa dejaron Pilar y se mudaron a Manantiales, sus hijos de 5 y 7 años cambiaron las clases de taekwondo y otras actividades extraescolares por fútbol en la playa, paseos por El Jagüel, caminatas en el bosque y la laguna, y rugby en una cooperativa. Esta familia decidió cruzar el charco hace un año y medio en busca de paz, lejos del estrés mental y huyendo de las charlas binarias de política y dinero.

«Somos de clase media y, en los últimos años, todos bajamos de nivel en la Argentina. No te alcanza para el colegio, pero no te animás a cambiar a los chicos porque es un golpe al orgullo. Así que, en vez de decir que no a todo, nos mudamos. Entendimos que, como familia, no queríamos un barrio, un auto y un colegio en particular. En Buenos Aires no estábamos bien económicamente. Y, si estás mal, no hay necesidad de vivir en tu país -cuenta Lavori, de 39 años-. La decisión fue por el contexto económico y político, pero también en busca de una tranquilidad que en la Argentina no teníamos.»

La pareja maneja una agencia digital de branding, social media y diseño gráfico, losmagoo.com. Lavori dice que, así como en la Argentina los negocios no invierten en identidad digital, en Uruguay encontró un público que valora su trabajo. Y confirma que, si bien en Uruguay todo es más caro, sobre todo el supermercado y la nafta, se gasta menos porque los programas y la vida pasan por otro lado y a otro ritmo.

El caso de los García Rosa no es único. Según datos de colegios, bancos, inmobiliarias y estudios jurídicos uruguayos consultados por LA NACION revistacada vez son más los argentinos que contemplan cruzar el charco en busca de una vida diferente. Todos los entrevistados confirman que las consultas aumentaron tras las PASO, en agosto pasado, y que se multiplicaron tras la elección presidencial.

«Tras las PASO hubo un boom, y ello se acentuó después de las elecciones. Cuando hicieron el anuncio de alícuotas sobre Bienes Personales, fue un día en el que no pararon de sonar los teléfonos. Hay un cambio de clima. La búsqueda principal de quienes llaman es que no les graven la renta global, por lo cual tienen que dejar de tributar en la Argentina. Y por eso aparece Uruguay como opción -analiza el socio gerente del estudio jurídico y tributario Andersen Tax & Legal – Uruguay, Federico Fischer-. Desde los últimos años, las consultas y concreción de mudanzas es constante, pero de las PASO para acá se han quintuplicado. De diez por semana pasamos a 50, solo en nuestro estudio.»

Al interés de las personas se suma el de las empresas. Uruguay tiene once zonas francas donde ya están instaladas varias compañías argentinas y allí dicen que, en los últimos meses, el interés se triplicó. «Sin lugar a dudas hay un aumento del interés. Las consultas se dispararon, sobre todo en el último mes -confirma el CEO de la zona franca de servicios Aguada Park, Francisco Ravecca-. Nuestro primer edificio, de 16.000m2 arrendables, está ocupado al cien por ciento. De los 85 clientes, hay por lo menos 50 empresas argentinas, como Globant o Mercado Libre, con 800 personas trabajando. Hace dos semanas inauguramos un nuevo edificio, de 6000m2 arrendables. Todo indicaría que lo tendremos totalmente alquilado en el primer semestre, y eso que teníamos previsto que ocurriera en tres años. De los nuevos, la mitad es argentina y Mercado Libre ya nos alquiló nuevos espacios para agrandarse».

A las dificultades para operar comercialmente desde la Argentina hacia el exterior se suman la estabilidad, el régimen de exoneración impositiva y los cambios políticos de Uruguay. Los empleados extranjeros que trabajan en zonas francas pueden optar por no pagar cargas sociales y pueden fijar el impuesto a la renta en doce por ciento. Además, el próximo gobierno uruguayo ya tendría sobre la mesa medidas listas que son más amigables con quienes quieren radicarse. Con una población uruguaya que se mantiene estable, la llegada de miles de familias y de cientos de empresas generaría inversión y mayor gasto.

El alto directivo de un banco internacional con oficinas en Montevideo, que prefiere mantener el anonimato, aseguró que las empresas multinacionales argentinas que operan en otros países y con oficinas en Uruguay están incentivando a sus rangos medios y altos a reubicarse en este país. «Una empresa con casa matriz en la Argentina no puede pagar en dólares, ni comprar dólares, ni cobrar dividendos. ¿Cómo hacen para traer talentos internacionales? Por eso Uruguay es más conveniente. Además, en la Argentina hay una gran industria de creativos. ¿Cómo hacen estos profesionales para cobrar trabajos a clientes del mundo? Es muy fácil moverlos a Uruguay», afirma.

Los que ya dieron el paso suelen ser parejas y familias de clase media y alta que pueden trabajar desde cualquier lado (finanzas, tecnología, arquitectura, diseño) o que planean reinventarse, explorar nichos y encontrar alguna demanda comercial todavía no satisfecha. Así como varios oficios están sobrecargados de oferta, otros todavía no existen y da la sensación de que todo está por hacerse.

Las razones de la mudanza a la república oriental son varias: cercanía, seguridad y tranquilidad, cambio de vida, régimen fiscal favorable para empleados extranjeros que trabajan en empresas instaladas en zonas francas, y un régimen fiscal beneficioso para los que tienen activos financieros en el exterior. Durante seis años, Uruguay no grava esas rentas ( tax holiday) y, pasado ese tiempo, aplica el doce por ciento solo sobre dividendos e intereses. Y esto último no corre si ya se pagan impuestos en el exterior sobre esa renta.

«Entre agosto y octubre del 2018 tuvimos cuatro o cinco familias argentinas que consultaron, y algunas de ellas se vinieron. En 2019, en la misma época, tuvimos cuarenta consultas. Esta tendencia se detuvo durante las elecciones y ahora vuelven a llamarnos, con la idea de venir en el verano y visitar colegios personalmente antes de instalarse en marzo. Muchos de los que llamaban decían que, más allá de quién ganara, la situación del país no iba a ser favorable para ellos. El empujón es la situación político-económica», explica el gerente de Marketing y Comunicación del International College (IC), Pedro Márquez. Inaugurada hace tres años en Punta del Este, esta institución ya cuenta con 430 alumnos y un avión comprado a Pluna, ubicado en el medio del patio, en el que instalaron el espacio de aprendizaje tecnológico (ciencia, robótica y tecnología). El año que viene planean replicar en Buenos Aires, Rosario y Córdoba una campaña que ya hicieron en Brasil: viajar junto con familias ya instaladas en Punta del Este en busca de nuevos interesados. «Las familias están muy comprometidas. Se sienten parte de una comunidad y dicen que la mudanza les cambió la vida. Los chicos se mueven en bicicleta y van a la playa después del cole», describe Márquez.

El costo escolar mensual varía entre los 11.000 y los 31.000 pesos uruguayos (unos 300 y 840, dólares según valores actuales).

Germán Zeinsteger, arquitecto de 44 años, consiguió trabajo en Punta del Este y en julio de 2018 dejó San Isidro para instalarse en La Barra junto a su mujer, Renata Zenteno Queiroz, de 36 años, y su hija Marina de ahora casi tres años. «Nos mudamos por un tema económico, y nos cambió la vida. Pasamos de vivir muy encerrados entre cuatro paredes a tener mayor amplitud. Es más caro, pero no necesitás gastar para hacer un programa con chicos y durante el año no tenés mucho para consumir. Prevalece el contacto con la naturaleza y con amigos. Cada tanto surge un programa cultural o me voy a Montevideo por algo específico. Estamos contentos», cuenta Renata. Diseñadora de indumentaria, abrió en Manantiales una tienda, Santo Mar, que funciona solo en temporada. Durante el año vende seguros médicos y gana una comisión por cada venta. Dice que se mudó tres veces, que el invierno es cruel, y que se aprende a ahorrar porque la electricidad y el agua son carísimos. «No es piedra libre como allá. Y para quien venga con muchos hijos, tienen que analizar si llegan a fin de mes con el colegio. Yo tengo una sola pero, si tenés tres, se complica». Tampoco compra en los supermercados más conocidos. Suele ir a un mayorista porque dice que el precio es justo. Y encontró una verdulería con descuentos todos los miércoles. «La nafta es cara, así que intentamos ser conscientes. Para alguien que viene sin plan, no lo recomiendo. Acá funciona las áreas de arquitectura, ingeniería, inmobiliaria, hotelería y no mucho más».

Camila Lavori cuenta que, cuando sus amigos le preguntan cómo es vivir en Punta del Este todo el año, nunca sabe cómo responderles sobre el tema laboral. «Es un lugar medio raro para eso -dice-. Muchos son independientes y arman su propio negocio, y muchos otros trabajan por temporada. No es que venís y trabajas en una empresa. No es un lugar en el que caería de paracaídas sin tener trabajo, porque no encontrás en dos minutos. Acá haces todo vos».

Eso es lo que le sucedió a la arquitecta argentina Carolina Pedroni, quien desembarcó en el Este hace 25 años. Era docente, llegó en busca de mejor calidad de vida y cuenta que al principio no la conocía nadie. Empezó conectándose con profesionales de otros lugares que necesitaban gente en el lugar para realizar tareas arquitectónicas. Creció de a poco. Hoy tiene su propio estudio en Punta Piedras, trabaja de la mano con el arquitecto chileno Mathias Klotz, y construye casas sin parar, en su mayoría para argentinos en José Ignacio.

«Vengo de una reunión con un cliente al que le estoy haciendo una segunda casa. Por primera vez me dice que medita la posibilidad de venir a instalarse, dada la situación general. En este último tiempo recibí varias consultas de personas que tienen intención de mudarse. Uruguay aparece como un destino, una isla en medio de todo el lío de América del Sur. Es un país estable con calidad de vida alta -analiza Pedroni-. No es fácil, pero es un sitio donde todo esta por hacerse. No tuve problema en crecer. Es un país con reglas claras, una bendición cuando venís de un lugar donde todo cambia todo el tiempo. Si encontrás el nicho, creces de forma sostenida». Incluso él creó un espacio de foto arte y organiza durante todo el año organiza grupos de estudio, análisis y lectura con el escritor Rodolfo Rabanal.

Guillermina Dinelli, de 32 años, dejó Palermo hace un año y medio para instalarse en Punta del Este. Diseñadora de interiores ( @wilainterior), acaba de terminar la decoración de Amoreira, un nuevo restaurante en Manantiales que abre durante la temporada.

«Acá cada uno tiene su lugar, y siempre es clave ir de la mano de un uruguayo. Es un lenguaje nuevo, más honesto. Hay mucho trabajo por explotar. Cuanta más gente, más necesidades de los consumidores. Antes el mercado era para gente de 60 años. Ahora, también para los de 30. Concierge o inmobiliaria son oficios saturados. El tema es encontrar el mercado, y pensarlo con cabeza del 2020».

Consuelo Molinari y Nicolás Molnar consiguieron trabajo en dos colegios. Ella, de 32 años, ingeniera ambiental y oriunda de Villa Cañás (sur de Santa Fe), es preceptora en el Woodside. Él, 30 años, de Villa La Angostura y de formación geólogo, es docente de secundaria en ciencias, matemáticas y química en inglés, en el International College. Después de cuatro años en Australia, en vez de volver a Buenos Aires buscaron un lugar tranquilo con programas interesantes para hacer. En junio de 2018 llegaron a Uruguay y se instalaron en la Parada 14 de la Mansa. Van al trabajo en bicicleta. «Haciendo un balance: sacrificás. No es un lugar con un mundo de carreras pero lo prioritario es la escala y la tranquilidad, sin tránsito y con ritmo diferente», reflexiona Nicolás. «Mirando en retrospectiva, fue un año de aprendizaje total. Un desafío. Trabajamos en algo que nunca hubiéramos hecho en Buenos Aires», agrega Consuelo.

Además de lo laboral, otro de los temas presente en todas las conversaciones es el costo de vida. La nafta, el supermercado y algunos gastos fijos concentran las mayores diferencias respecto a precios argentinos. Las familias cuentan que gastan más de 100 dólares por mes en electricidad durante el invierno. La factura puede ascender a 250 para una familia y descender a 70 durante el verano. Para el alquiler, se encuentran opciones de 500 dólares en la Punta por un departamento de dos habitaciones en suite en un edificio con amenities. El valor puede disminuir para el alquiler anual de una casa en La Barra, pero habrá que pagar electricidad, agua e internet aparte, lo que suma otros 300 dólares.

Gabriela González y Carlos Villar, de 42 años, y sus dos hijos de 7 y 4, cambiaron Núñez por la Mansa en febrero pasado. Una nota publicada hace dos años por este mismo diario contribuyó a tomar la decisión. Siempre tuvieron ganas y, cuando llegaron los hijos, apareció la pregunta de cuál era el mejor lugar para criarlos. Carlos trabaja en finanzas, es independiente y en Buenos Aires estaba bien. Gabriela dejó el sector de seguros y se volcó al arte. Cuando el hijo mayor pasó a primer grado, sintieron que era el momento de un cambio. «Vinimos y nos sorprendió la oferta educativa. Hay varios colegios bilingües de muy buen nivel. Nos pusimos en contacto con conocidos, y todo lo que nos decían era positivo. Pensás que en invierno no hay nadie, pero ya no es así. Es crudo, pero se aguanta. Hay clubes, vida social rica con amistades, además de la naturaleza. Y el lugar te ofrece una variedad impresionante: de Solanas a Manantiales, barrio y geografía diversos», cuenta Carlos.

Si bien no gastan en alquiler, porque viven en una casa familiar, ni en servicios, porque son caseros y hacen ellos mismos todas las tareas domésticas, sí sienten que la salud privada y la comida son más caros. Como alternativa, encontraron Maldonado: en la feria de los jueves y los domingos consiguen dos kilos de banana por 50 pesos uruguayos (110 por un kilo en supermercado, lo que serian casi 3 dólares) y el kilo de naranjas a 12 pesos (contra 300 por un cajón en el supermercado).

«Uno dice Punta y te imaginas enero, José Ignacio. Pero estás a cuadras de Maldonado y yo estoy integradísimo a todo. Acá los precios son otros», argumenta Carlos. Si bien la familia dejó abierta la puerta para volver a la Argentina tras un año de prueba, no encuentran motivos para hacerlo. «A partir de octubre el programa con los chicos y sus amigos es ir a la playa a jugar, meterse en el mar y tomar mate». Y como en la capital argentina no eran de ir al Teatro Colón ni a la calle Corrientes todos los fines de semana, las actividades culturales no les hacen tanta falta. Eso sí: en Buenos Aires vivían a quince cuadras de la cancha de River y Carlos, un fanático, dice que extraña.

Todos los entrevistados elogian la bienvenida que reciben de los locales. «Al uruguayo le lleva su tiempo abrirse, y uno tiene que ser muy humilde, porque a veces somos prepotentes y llegamos a otro ritmo», analiza Renata. «Acá los uruguayos gastan lo que tienen. El argentino está acostumbrado a gastar el doble. Es una filosofía diferente. Hay que aprender a surfear eso porque al principio se siente chato. Hasta que entendés que hay de todo para hacer, a otro ritmo y sin gastar. Cuando llegué acá iba toda apurada. Entendí que no necesito correr», agrega Lavori.

Esteño desde el 2008, el broker de la inmobiliaria Re/max Juan Irala y Hernández señala que antes, en el balneario, cuando se terminaba la temporada se cerraban los departamentos. Hoy, dice, la demanda de alquileres anuales es inusitada.

«Antes no te podías mudar anual porque te tenías que ir 15 días de tu casa durante la temporada. Hoy ya no, porque hubo mucha inversión de gente que compra departamentos por la renta, históricamente de entre cuatro y seis por ciento anual, y los alquila. En diez años se construyeron al menos 500.000 m2 nuevos. Todo eso es generado por la demanda», analiza.

Julieta Lavagnino y su marido Omar Alberto Lauria dejaron Banfield y se mudaron a una torre de la Mansa en marzo de 2019 con sus dos hijos en busca de tranquilidad, sin violencia ni inseguridad. Él trabaja en publicidad, tiene una empresa de coaching ontológico (Accionar) y viaja esporádicamente a Buenos Aires en donde concentra las reuniones. Ella es licenciada en relaciones públicas aunque ahora, nuevamente embarazada, está abocada a la maternidad. Juntos manejan la Fundación Sur Solidario, que trabaja en barrios humildes con poco acceso a la educación. Cuentan que la transición fue dura: el mayor no la pasó bien y los dos primeros meses fueron de adaptación intensa.

«Buscábamos algo diferente a lo que teníamos. Mayor conexión de vida con la familia. Acá nuestros tiempos son diferentes. Vamos al Jagüel, al bosque, a la playa. En agosto pasaron ballenas y pudimos verlas. Mis hijos no se lo olvidan más. Amo mi país pero sentimos que era el momento para hacerlo. Y fue un año colmado de felicidad», cuenta Julieta.

Alquilaron de marzo a diciembre de 2019, planean pasar las vacaciones familiares en Pinamar y ya inscribieron a sus hijos en el Blue Blue Elephant (La Barra) para volver el mes que viene a Punta del Este. Dicen que en ese colegio encontraron una mirada pedagógica no tradicional, mezcla de Montessori y Waldorf, con idiomas y deportes, que les encantó. Se achicaron un poco en espacio, no hacen el cambio de moneda para no volverse locos, no consumen en el supermercado y abandonaron las salidas a restaurantes todos los fines de semana como hacían en Banfield. Consumen menos porque sienten menos necesidad de hacerlo. La filosofía de Julieta lo sintetiza todo: «Con esta experiencia estamos rediseñando nuestra vida. Cuando tenés en claro lo que deseás, todo se acomoda».

Fuente: La Nación